Nuestro tiempo y la trampa del contexto…

De tanto hablar del cambio olvidamos el propósito del mismo y lo que motivó llegar hasta él.

Y al justificarnos, construimos una excusa. La excusa: El Contexto.

Esa verdad última; nuestra verdad. La que despeja cualquier duda que tengamos, aunque no entendamos ni la pregunta ni la respuesta. Una impuesta creencia que nos convence.

Y es entonces la antropología del tiempo el único aliado que nos queda para comprender que el tiempo como dimension intrínseca del contexto, nos resuelve en gran parte el cómo entendemos el porqué del cambio.

Para entenderlo, partimos con Durkheim (1995) y su propuesta de un tiempo como resultado de acuerdos sociales y de ritmos ceremoniales. Rituales muy Agile. El tiempo como motor experiencial. Una simultaneidad de experiencias individuales dentro de las propias experiencias comunes del grupo. Y estas, a su vez, dentro de las experiencias propias de la organización.

Y es así como al contexto lo convertimos en pretexto. Un argumento bajo un devenir y un transcurrir en el que olvidamos que fue el propio tiempo y nunca el contexto, el que nos regaló la obligación de cambiar.

Concluimos entonces que la trampa del contexto es la misma trampa que desdibuja el tiempo como un inexorable e inmutable continuo y no lo dibuja como un experimentado rítmico sujeto a las necesidades de las persona/grupo/organización…

… Por lo que ante la pregunta de; ¿Por qué cambiamos?… La respuesta en gran parte es resuelta si miramos a la realidad de nuestro tiempo.

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