Una reflexión sobre los equipos auto-gestionados
Cada día son más las empresas y organizaciones que abrazan e implantan los principios, tanto prácticos como filosóficos, propios del mundo agile. Y en ese proceso transformador e implementador, la idea de diseñar, crear, y/o trabajar con equipos auto-organizados es altísimamente atractiva, pero donde desgraciadamente se desconoce la existencia (oculta en forma de trampa) de una serio, serio problema.
Problema que, con toda seguridad, viene arrastrado por la propia cultura e historia de la organización.
Las organizaciones convencionales, altamente jerarquizadas, no se caracterizan en sí mismas por trabajar aspectos propios como la autonomía, la iniciativa ni la responsabilidad. Todo lo contrario. Prima la obediencia, los proceso sobre las personas y el cumplimiento de lo establecido tal cual el procedimiento… Esto, que se traduce en comportamientos y conductas laborales dentro de las organizaciones por parte de sus integrantes, no cambia ni se modifica de la noche a la mañana porque a un equipo le dotes de un espacios de decisión y autonomía.
Obvio que debemos de generar esos espacios si queremos trabajar bajo marcos de agilidad y adaptabilidad, pero no te conviertes en ágil por el hecho de tener autonomía y menos cuando vienes arrastrando una cultura que primaba y trabajaba bajo lo contrario.
Es decir, bajo el principio de oratoria Hegeliana (tesis, antítesis y síntesis) debemos de reflexionar que el mero hecho de ser un equipo auto-organizado no remediablemente te convierte en ágil, pero que si quieres trabajar bajo marcos y principios de agilidad debes irremediablemente construir y trabajar con equipos que posean mayor grado de autonomía y mayor capacidad de decisión.
Y esto, lo consigues si eres capaz de desarrollar comportamientos y conductas en toda la organización (no solo en una parte) que puedan ser medidos en términos de responsabilidad, iniciativa y proactividad.